lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 2 (Un hombre llamado Travis)

Daniela despertó de repente. Estaba recostada sobre una camilla, atada de pies y manos, demasiado asustada como para gritar. Recordó en un par de segundos lo sucedido.
<<Estoy secuestrada>> Dedujo.

- Hola, preciosa -Dijo una voz que le sonó familiar. La voz de su secuestrador. Levanto la cabeza lentamente y se encontro frente a frente con ese odiado rostro.

- ¿Por qué estoy aquí?
- Es extraño que no intentaras gritar, preciosa.

Daniela lo habría intentado, pero sabía que nadie la escucharía.

- ¿Quién... eres?
- Travis Dux, preciosa. Pero puedes llamarme amor.
- Ni lo sueñes.

El hombre sonrió y se llevo una mano a la cabeza.

- Pues, hace veinte minutos, me gritaste varias cosas... lindas... mientras te quitaba la ropa, preciosa.

Y, por primera vez desde que había despertado, Daniela se miro. Estaba desnuda. Quiso taparse, pero sus manos estaban atadas.

- ¡¿Me violaste, enfermo?!
- Sí, no, tal vez. Cree lo que quieras preciosa.
- ¡Suéltame!
-No. Mi hermano y yo no te soltaremos hasta que tu madre pague el rescate.
- ¿Tienes un hermano?
- Sí, pero no te preocupes, preciosa. No me gustan los tríos.

Y el despreciable hombre salió de allí, riendo a carcajadas.
Y en ese instante Daniela supo que tenía que salir de allí lo más pronto posible.
Segundos más tarde el mismo hombre que se hacía llamas Travis llego a la habitación con una sábana. Cubrió el cuerpo de Daniela, sonrió y se entretuvo mirando sus azules ojos temerosos.

- No te quiero muerta, preciosa. No me gusta matar a nadie... que no se lo merezca.
- Suéltame y te un cheque en blanco.
-No, preciosa. Así perderemos la emoción.

Travis se sentó en el suelo sucio y comenzó a mirarla fijamente. Daniela se sentía incomoda.

- ¿Puedes soltarme? Sabes que no iré a ninguna parte.

Travis pareció vacilar. Luego de unos minutos se acerco a ella y hablo en tono firme:

- Si intentas huir debes saber que hay unos quince hombres armados fuera. Es preferible no intentarlo, preciosa. Siempre regresaras.

Lentamente comenzó a desatarla. Le coloco una camiseta muy grande sobre el cuerpo desnudo y la obligo a sentarse. El joven camino hasta colocarse al lado de aquella hermosa joven, y mientras caminaba, la marca de una pistola se dibujo en sus pantalones.

- ¿No vas a dispararme, cierto?
- No preciosa. No podría. Solo voy a contarte algunas cosas...
- ¿Por qué me contarías algo a mí?
- Porque no tengo nada mejor que hacer.







CONTINUARA...

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